Las primeras células madre descubiertas, y todavía las óptimas para muchas aplicaciones, requieren la destrucción de un embrión humano.
Esta es la razón de la fuerte oposición ética y religiosa que han suscitado estas células durante los últimos 15 años, y también de que siga siendo ilegal obtenerlas en países como Estados Unidos, o al menos en sus institutos públicos.
Científicos del Instituto Karolinska de Estocolmo han logrado un avance que barre de un plumazo todos esos problemas: utilizan una sola célula de las ocho de un embrión temprano para derivar los cultivos de células madre; y el embrión no se destruye, porque las otras siete células bastan para que sea viable, e incluso (en teoría) para que fuera implantado en una mujer si así se deseara.
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